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El jícaro, el árbol sagrado de los mayas

 

Esta planta es originaria de las zonas semidesérticas y arcillosas especialmente de El Salvador, Honduras y Nicaragua.

El jícaro o morro (Crescentia alata), de la misma familia Bignoneacea de nuestro mate (Crescencia cujete), fue un árbol sagrado para los mayas del sur de México y Centroamérica.

En el Popol Vuh, el libro sagrado considerado la “biblia de los mayas”, se lo menciona cuando narra que los héroes gemelos Vucub-Hunahpú y Hun-Hunahpú fueron sacrificados por los señores de Xibalba en el inframundo subterráneo de los mayas, regido por las divinidades de las enfermedades y de la muerte y ubicado en Alta Verapaz, Guatemala. Luego, la cabeza de Hun-Hunahpú fue colgada de un árbol estéril de jícaro que en ese momento se llenó de frutos y hasta hoy estos representan el cráneo de Hun-Hunahpú.

El jícaro es originario de las zonas semidesérticas y arcillosas especialmente de El Salvador, Honduras y Nicaragua, donde crece naturalmente y se ven kilómetros de “infinitos jicarales”, habiendo en esas zonas muchos pueblos y caseríos con su nombre. En Ecuador es muy raro verlos y existen algunos árboles en la Hacienda Cañas, en Naranjal.

A diferencia del mate, muy común en nuestro país, cuyo fruto es enorme y se adapta más a zonas húmedas, el fruto del jícaro es pequeño. Mide hasta 15 cm de diámetro y crece en forma de balas de cañón.

Sus grandes y hermosas flores son polinizadas en la noche por los murciélagos que se alimentan de su polen. Su fruto está muy ligado a la cultura y al folklore de esas zonas donde su pulpa y semillas son utilizadas para la alimentación del ganado por su contenido de proteínas, carbohidratos y minerales, y la cáscara se aprovecha para un sinnúmero de artesanías, como vasos, cucharas, maracas, huacales, entre otras.

 

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